Talleres y Cursos

Sábados de talleres

Todo está preparado: almohadillas, agujas de distinto calibre, alambre para los armazones, material de costura… En el centro de la mesa, lana de brillantes colores dispuesta en forma de mandala y un ramo de flores silvestres. Las primeras luces de la mañana se cuelan desde el jardín e iluminan la zona de trabajo.

Hoy es sábado, día de taller, las alumnas no tardarán en llegar, así que subo a la planta alta, que da a la calle. Me siento, relajo los hombros y respiro suavemente. En el aire flota un aroma a incienso que serena el ánimo.

Ya están aquí. Al otro lado de la puerta se oyen saludos, risas. Me levanto a abrir y les doy la bienvenida: “Cuidado con la escalera, vayan poniéndose cómodas, enseguida bajo…”

Después de un breve espacio en el que las chicas se interesan unas por otras y se ponen al día, cada cual ocupa su puesto alrededor de la mesa y da comienzo la clase.

Empezamos con la narración de un cuento, aunque también puede ser la lectura de un poema o un fragmento de algún ensayo, cualquier texto que guarde relación con la época del año en que nos encontremos o asunto que nos interese. Lo comentamos, reflexionamos sobre el tema y, basándonos en la conversación, les propongo el proyecto del día. Las manos desprenden mechones de lana de las bolas de vellón, comienza el ruido seco y rítmico de las agujas. Gradualmente, el orden inicial de la mesa va dando paso a un caos de colores mezclados, agujas por aquí y por allá, “¿alguien tiene el rollo de alambre?” “Dónde habré puesto mis tijeras…” Hay ratos de verdadera algarabía, y momentos de absoluto silencio y concentración, que alguien rompe para decir que ha pasado un ángel.

A media mañana, cuando la forma de las figuras empieza a ser reconocible, es hora de tomar un respiro. Salimos a la mesa del jardín, donde nos esperan el café, el té, y las recetas deliciosas que las alumnas suelen elaborar para compartir . También hay una escudilla de barro con la tomatada que nos prepara Manolo. Está riquísima para comerla con un pan chapata muy crujiente que compramos aquí, en el pueblo. De Manolo te hablaré mejor en otra entrada, de momento, hoy te dejaré la receta de la tomatada para que la pruebes …

Volvemos al taller. Apetece seguir de charla en el jardín, pero hay que concluir los trabajos. Las alumnas experimentadas, que acometen proyectos más ambiciosos, suelen tomárselo con calma y a veces prefieren dar los últimos toques en sus casas. Las nuevas, al final de la clase, contemplan satisfechas y a veces, hasta sorprendidas, lo que acaban de crear con sus manos.

Fijamos la fecha del siguiente taller y nos despedimos. Pasa un rato hasta que me acostumbro otra vez al silencio. Pero la alegría y el sentimiento de gratitud permanecen dentro de mí el resto del día.

TOMATADA DE MANOLO

Ingredientes:

-Tomates maduros pero firmes

-Unas gotas de lima o limón

-Un diente de ajo (opcional, si te gusta y no te hace daño)

-Un ramito de cilantro fresco

-Un chorrito de aceite de oliva virgen extra

-Sal marina

-Un poco de queso parmesano rallado

-Unas gotas de tabasco (opcional)

Las cantidades las dejo a tu criterio, según el número de personas que vayan a consumirla, y también según los gustos.

Ralla el tomate con un rallador grueso. Ralla también el diente de ajo, pero con un rallador más fino. Añade un poco de sal, la lima o limón, el tabasco, un poco de AOVE y al final, las hojas de cilantro picaditas y el parmesano, rallado también con rallador grueso. Queda bonita servida en un recipiente de barro. Y junto a la tomatada, una panera con rodajas de un pan de calidad. Pruébala, está muy buena.

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